Una de las necesidades básicas de las personas es la socialización, la interactuación con otra gente. La pirámide de Maslow, que jerarquiza las necesidades humanas, la sitúa en tercer lugar, tras las cuestiones fisiológicas y de seguridad personal. La Web 2.0 es sobre todo social, un conjunto de espacios y aplicaciones que nos permiten relacionarnos con otras personas, así que en este sentido, queda claro que Internet favorece nuestra felicidad. Otra de las ventajas que ha aportado la Red es un acceso a enormes cantidades de información y conocimientos, algo que podría situarse en el punto más alto de la pirámide, donde se encuentra la necesidad de autorealización.
La pregunta de si Internet nos hace más felices está relacionada con la relativa novedad de este medio y probablemente en unos años la cuestión tendrá menos sentido, como lo tiene ahora preguntar si el teléfono fijo o la televisión ha mejorado nuestras vidas. Pero antropólogos, psicólogos y expertos en nuevas tecnologías estudian actualmente el impacto de la Red en las personas, como individuos y como sociedad. Es el caso del proyecto Virtual Happiness Institute, creado por Jim Stolze con la intención de estudiar la psicología de Internet.
Tal y como explica Stolze, las consecuencias positivas de la Web 2.0 son claras, facilita la socialización y democratiza el conocimiento. Pero también puede provocar una desconexión con el mundo físico y desajustes entre las relaciones personales reales y las superficiales. Uno de los problemas es que seguimos aplicando la ley económica tradicional de la oferta y la demanda, cuando más oferta existe, menos valor damos a cada ente individual, pero en la sociedad de la abundancia esta regla ya no tiene sentido, el hecho de que haya más información disponible no tiene por qué devaluarla.
Pero la gran cantidad de contenidos sigue abrumando a muchas personas, con el estrés que provoca ver cómo los feeds se van multiplicando irremediablemente en los lectores de noticias, por ejemplo. Stolze lo llama el síndrome de la obesidad informacional, y tal y como explicaba en una de las conferencias TED, la felicidad en Internet se basa en aceptar el hecho de que hay más información de la que podemos leer y en confiar más ampliamente en los filtros sociales.
La Web 2.0 puede ser no sólo una fuente de felicidad, sino también una forma de evaluarla. El año pasado Facebook desarrolló una aplicación que mide el índice de felicidad interior bruta por países, analizando los posts de los usuarios. A pesar de que la empresa recalca la eliminación de todos los datos personales antes de realizar los cálculos, esta aplicación es una muestra del poder de las redes sociales para extraer información sociológica. En este caso, los datos no son demasiado sorprendentes, puesto que según la herramienta, que mide los sentimientos positivos y negativos a partir de palabras clave, los momentos más felices se dan en Navidad y fiestas populares. Curiosamente, en España uno de los días con más sentimientos negativos fue el pasado 11 de mayo.
La diferencia entre mundo real y mundo virtual tiene cada vez menos sentido, puesto que la Red se ha introducido en nuestra vida cotidiana y el entorno digital no se puede considerar como irreal. Pero Internet produce nuevos comportamientos y situaciones sociales a los cuales nos estamos amoldando a diferentes velocidades. Ante la pregunta de si el uso de la Web nos hace más felices, ¿sirve la respuesta habitual, “si se utiliza con moderación”?